Sobre el Museo Arqueológico de Granada, más conocido como la Casa de Castril, recae una vieja leyenda. Al lado derecho de la fachada resalta un balcón ciego y sobre él reza este lema: «Esperando la del cielo». Alrededor de esta frase gira el histórico mito: cuentan que una dama de blanco vaga por las estancias del Museo alumbrando con la luz de una vela.
El señor que la habitó tiempo atrás vivía con su hija Elvira, una hermosa joven de 18 años con una larga melena dorada. Su padre era excesivamente protector con ella, no quería que conociera hombre alguno. Pero eso no evitó que Elvira se enamorara de Alfonso, un joven de buena familia. Un paje se había convertido en el intermediario de los mensajes de amor de la pareja. Fatídico día en el que el paje fue a entregarle a Elvira una de las cartas. El padre entró de repente en la habitación de su hija, y convencido de que eran amantes, ordenó ahorcar en el balcón al paje.
Por más que suplicara áquel, solo obtuvo estas palabras de su señor: «Pide justicia, que ahí ahorcado podrás quedar esperando la del cielo el tiempo que quieras». Después de la muerte del joven, tapiaron el balcón. En esa misma habitación murió Elvira al poco tiempo, que sumergida en una profunda depresión por lo ocurrido, se suicidó tomando un potente veneno.
Contiguo a este edificio está la Casa de la Torre, cuyo nombre se debe a su señor, el pintor Rafael de Latorre Viedma. Hace unos años se encontraba allí el Gabinete pedagógico de Bellas Artes, y algunos trabajadores aseguran que en ocasiones las alarmas de incendios saltaban en habitaciones donde no había rastro de humo o fuego. O el caso del antiguo vigilante, que aseguraba a ver visto a don Rafael con su capa negra y semblante serio. Incluso dicen, que se percibía la presencia de alguien que se persigue por todo el edificio.